jueves, 25 de febrero de 2010

Hoy 25 de febrero celebramos el Día de las Fuerzas Armadas de la República Dominicana ..

Y que mejor fecha donde celebramos el nacimiento del general Ramón Matías Mella un Recio Soldado nacionalista.

Este 25 de febrero es un día muy especial, donde celebramos la fecha de nacimiento de uno de los hombres más valientes y nacionalistas que esta tierra haya parido.

Un hombre que enorgullece a las Fuerzas Armadas y al país, el general Matías Ramón Mella, y como un humilde reconocimiento a su memoria les dejo este trabajo donde conocerán algunas facetas interesantes de este magnifico hombre, militar, amigo y patriota dominicano, del cual me une un enorme sentimiento de admiración, y al que muchos deberíamos de imitar.

El General Mella no sólo fue un bravo militar que combatió por la Independencia nacional y en contra de la Anexión a España, sino un soldado comprometido moral, mental y personalmente con los mejores intereses de la Patria.

Ramón Matías Mella y Castillo nació el 25 de febrero de 1816 en la calle La Luna, hoy Sánchez, ubicada en la Ciudad Colonial de Santo Domingo. Fueron sus padres don Antonio Mella y doña Francisca Castillo, quienes además procrearon a sus hermanos Idelfonso y Manuela.

Más allá del Trabucazo que disparó en la Puerta de la Misericordia para iniciar el proceso de proclamación de la Independencia Nacional, la figura del General Mella, con su ejemplo de valor, honor y sacrificio, se agigantó hasta alcanzar el merecido sitial de Padre de la Patria, condición que ostenta en trilogía junto al General Juan Pablo Duarte y Francisco del Rosario Sánchez.

Los pronunciamientos de Mella en contra de la Anexión provocaron su encarcelamiento, ya que nunca disimuló su disgusto y en muchas ocasiones manifestó al General Pedro Santana su desacuerdo desde antes de consumarse esta traición ignominiosa, el 18 de marzo de 1861 en la Catedral de Santo Domingo.

En enero de ese mismo año fue encarcelado por 72 días por su firme rechazo a este proyecto; pero nunca desistió de su postura ni se dejó amedrentar.

Para que se tenga una idea de la gran personalidad del Gral. Mella recojo un diálogo que tuvo con el Capitán General de las Colonias, Teniente Rivero Lemoine, quien en una reunión le dijo al patricio: “supongo, General, que usted no habrá estado complicado en esas vagabundearías que han tenido lugar en algunos pueblos de la Isla” refiriéndose a las luchas contra la Anexión.

A lo cual contestó Mella: “ No, General; pero si algún día usted oyera decir que el General Mella está comprometido en algún movimiento, jure que no es ninguna vagabundería”.

El General Mella no sólo fue un bravo militar que combatió por la Independencia nacional y en contra de la Anexión a España, sino un soldado comprometido moral, mental y personalmente con los mejores intereses de la Patria. Él adoptó una posición de carácter radical en la defensa de los principios de la dominicanidad y en contra de la intervención extranjera en los asuntos nacionales.

En una ocasión, cuando se encontraba en el país el cónsul español Manuel María Segovia, quien vino a promover la firma de un supuesto “Tratado de Paz, Comercio y Amistad “y desvió sus funciones para intervenir en asuntos políticos, proponiendo la matriculación de dominicanos que quisieran comprar la ciudadanía española, tratando de conquistar adeptos para la Corona ibérica, provocó una polémica que incomodó a los nacionalistas dominicanos.

En una reunión el General Mella al tratar este caso dijo en un tono muy alto y enojado: “El Gobierno Constitucional tiene fuerza bastante en la ley para hacerse respetar y salvar la nación. Yo Gobierno, yo cojo a Segovia, lo envuelvo en su bandera y lo expulso del país”.

El 16 de enero de 1864 Mella dirigió una proclama a favor de la Restauración, en cuyos dos últimos párrafos expresa lo siguiente: “Dominicanos: Los Días llegaron ya en que la España, única nación que se obstina en conservar esclavos, debe perder sus colonias en las Antillas. La América debe pertenecer a sí misma; así lo dispuso Dios, cuando entre ella y la vieja Europa puso la inmensidad del océano.

Si para convencer a España de esta verdad, no ha bastado el escarmiento de los campos de Carabobo, y Boyacá y Junín, ni el Genio de Bolívar, aquí está el sable de nuestros soldados y el clima de Santo Domingo”. (Eleonor Grimaldi Siliè. Duarte Sánchez y Mella, p.105).

Estos pronunciamientos en contra de la Anexión fueron el detonante para la enemistad entre los generales Mella y Pedro Santana, cada uno convencido de sus pensamientos desde puntos de vista diferentes; uno con una idea libertadora y el otro con la idea de fusión anexionista. Estas discrepancias condujeron a Mella a alejarse del hatero de El Seibo, de quien había sido colaborador por algunos años.

Por lo visto, ni la represión desatada por Santana en el país ni el fusilamiento que ordenara de Sánchez, escenificado en el Cercado, San Juan de la Maguana, el 4 de julio de 1861, junto a otros patriotas, desalentaron las ideas restauradoras de Mella y los demás comprometidos con el movimiento emancipador.

Así se comprobó el 16 de agosto de 1863, cuando un grupo de compatriotas, encabezados por Santiago Rodríguez, cruzó la frontera con Haití y se apoderó del cerro de Capotillo, donde fue enarbolada la Bandera Nacional y se lanzó el Grito de Capotillo, como un mensaje claro de que estábamos dispuesto a recobrar, a sangre, fuego y machete, la libertad cedida a la Corona española.

Una de las proclamas hechas por el Gral. Mella fue publicada el 29 de junio de 1861 en el periódico L`Opiniòn Nationale, de Puerto Príncipe. En este documento de un alto contenido patriótico, le expresó al General Santana lo siguiente:

“General: ha llegado el caso de recordarle por medio de esta carta, que no soy súbdito de su Majestad Católica, ni he trocado ni deseo trocar mi Nacionalidad por otra alguna, habiendo jurado desde el día 27 de febrero de 1844 ser ciudadano de la República Dominicana, por cuya independencia y soberanía he prestado mis servicio, y ofreciéndolos cuando mi escasa capacidad y poco valimiento me lo han permitido. Por idénticas razones jamás me ha ocurrido pensar, me nos pretender, ser general español, cuyo título en mí, como general dominicano que ningún servicio he prestado a España, fuera un sarcasmo que poniéndome en ridículo, me haría a la vez objeto de discreta desconfianza entre los mismos españoles.

Pero nunca he sido ni seré opuesto a que mi país mantenga con España y las demás naciones cultas de Europa y América, tan buenas relaciones que en ellas encuentre el más firme apoyo para su bienestar, bajo la base del reconocimiento de su absoluta independencia y autonomía.

“Basta lo dicho para mi propósito, añadiendo por último que cumpliré con mi deber del modo que me sea posible, siempre como hijo y ciudadano de la República Dominicana, en cuyo puesto saludo a Ud., R. Mella”. (Grimaldi Siliè, op. cit.,p. 103).

La actitud decidida de este militar dominicano no era una posición momentánea; más bien obedecía a un sentimiento nacionalista y de amor a la incipiente libertad adquirida por el pueblo dominicano al expulsar a los antiguos invasores, no estando dispuestos a volver a dejarse esclavizar por ninguna potencia. Éste sentimiento, que como una llama quemaba el corazón de los dominicanos y fue la razón principal entre las determinantes de que hoy disfrutemos de una Patria cuyos hijos rigen libèrrimamente su destino.

El General Mella es un orgullo nacional, ya que a su destacada participación en las guerras de Independencia y de la Restauración se le agrega algo muy importante y es el hecho de que estaba plenamente convencido de que los dominicanos podríamos salir adelante como Estado libre y soberano por nuestros propios medios. Fue por esta certeza visionaria por lo que nunca dio un paso atrás en la lucha por los mejores intereses de la nación, sin perseguir ningún interés particular.

El General Mella murió en Santiago de los Caballeros, donde residió los últimos años, de su vida, el 6 de julio del 1864 a las 4 de la tarde; pero antes de su deceso pudo recibir la visita de uno de los hombres más importantes e inspiradores para él: su compañero y amigo Juan Pablo Duarte. Antes de morir, le expresó al fundador de la Trinitaria estas palabras: “¡Aún hay patria!” ¡Viva la República ¡. Que sirva de guía a las actuales y las futuras generaciones la obra de este insigne militar dominicano, cuyo ejemplo hemos de imitar por siempre.
Autor: Erika Rojas